A pesar de la alta tasa de monogamia en aves, la proporción de “infidelidades” es muy elevada (15 – 35% de extrapaternidad según estudios de paternidad por ADN). Se ha escrito mucho sobre el tema, pero puede resumirse como: “el mejor padre genético para tus hijos no tiene porque ser el que mejores cuidados presta a la prole”. Debido a ello la evolución ha desarrollado complejos sistemas de engaño/castigo que tanta literatura ha producido en mamíferos.
La más común forma de poligamia es la poliginia (muchas hembras por macho). Los machos pueden congregarse en grupos de competición (“leks”) al que acuden las hembras para elegir a los mejores contendientes, aparearse e irse.
El emparejamiento implica una cadena de acciones que puede llegar a ser extremadamente compleja. Entre ellas están las conductas de exhibición de los caracteres sexuales secundarios (llamativos colores, tallas, etc), complicadas pautas de movimientos, el canto y complejas conductas de acarreo de elementos foráneos.
Un aspecto importante del éxito reproductivo es el cuidado de las crías. La mayor parte de las aves construyen un nido en zonas más o menos protegidas. El estado de los pollos al nacer es de dos tipos:
- Precoriales: con desarrollo precoz y abandono rápido del nido.
- Altriciales: nacen desnudos y sin la capacidad de ver, andar y termoregular.
Los pollos precociales tienen cerebros menores que los de desarrollo más lento.
Dos casos especialmente interesantes de la biología reproductiva de aves son la cría cooperativa y el parasitismo. En el primer caso uno o varios individuos, parientes o no, ayudan a la pareja en la crianza de los pollos (ej., Cyanopica cyanus, rabilargo). El beneficio para estos es el adiestramiento o bien la compartición de parentesco con los pollos. En el parasitismo interespecífico se beneficia únicamente a una de las especies (ej., un carricero, Acrocephalus sp., alimentando a un pollo de cuco común, Cuculus canorus).